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martes

Crónica del Apocalipsis: palabras de un día cualquiera



palabras de un día cualquiera

no suelo leer la prensa, es decir, ahora no suelo leer la prensa. no va al mismo tiempo que yo, y eso que no es un medio audiovisual. cuando decido leer algún periódico he observado que suelo tardar entre una tarde entera o lo largo y ancho de un día para asimilar naturalmente aquello que leo. un periódico no es una cosa pequeña, se le suele considerar como una lectura menor o sin importancia, propia para ser leída tomando café, pero toda lectura la tiene. como toda escritura. la palabra es algo que posee tremenda importancia, pero no se lo suele reconocer suficientemente, aún más, hoy se la usa como cualquier cosa, sin un criterio adecuado, es decir, con el único criterio de la falta de propio valor, eso hace que hoy la palabra no signifique un valor, que el presente, como la persona, no tenga palabra. en cambio no es por falta de palabras, todo lo contrario, las hay a millones, a mares, nos rodean, nos asaltan, nos invaden de todas las maneras y en todos los lugares, escritas, dibujadas, imaginadas, escuchadas, coloreadas, diseñadas, las palabras también se han convertido en objeto de cambio, en otra moneda, así no es fácil tenerles respeto, ni siquiera prestarles atención. en cambio no dejan de ser palabras, y por tanto poderosas, con un poder que les dimana de su condición genuinamente humana, o divina. si el hombre fue hombre lo fue por la cualidad de la palabra en su origen, sin la palabra el hombre deja de ser hombre. por eso, cuando no se le da el valor que le corresponde, o no se le presta atención, o igual vale de una cosa que de otra, la palabra sigue estando ahí, callada, agazapada con todo su poder tras el uso que se le inviste, en silencio, sacudiendo los cimientos de las casas de los hombres como el aviso de un cercano terremoto