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jueves

memorias de otros espacios y tiempos_la èrversoçps del clima



recuerdo no hace mucho, quizá veinte o veinticinco años, que los tiempos de verano en mi región eran un sinónimo de canícula tanto como de diversión y frescor. al llegar el verano los estudios se detenían, los trabajos se detenían, y todos esperábamos el calor propio de un tierra semiárida ensanchado como un rostro más de la naturaleza durante esa época, no nos molestaba, los lugareños de aquí estamos acostumbrados a ello, además estaban las vacaciones. en vacaciones uno puede hacer cosas que normalmente no puede a lo largo del año, como viajar, bañarse, expandir el propio territorio tal como se expande lo cálido, por eso es el verano. hacer lo que parece no estar permitido o al alcance, enriquecer tus conocimientos de la vida, enamorarse de una chica, por ejemplo, conocer otras visiones del mundo, escuchar otro tipo de música, por ejemplo, recorrer tu región por rincones insospechados, o abrirte camino por las carreteras de tu nación hasta llegar a dios sabe dónde, al centro de europa, por ejemplo, o al sur de italia. bañarse en alguna secreta balsa de las huertas que cercaban tu ciudad también era toda una experiencia, como cojer después del baño algún hermoso ejemplar de melocotón o unos higos, ver la parte trasera de la barraca de ese vecino al que sólo conocías por el nombre y sentarte de pasada en un poyo bajo su parra era asimismo una aventura propia de otro espacio en lejanos territorios, aunque seguías en el tuyo propio. las tardes y las noches a veces se hacían asfixiantes, cuando el aire no se movía y el día había sido de mucho calor las paredes de las casas y la misma tierra hacían de acumuladores que lo seguían soltando hasta casi la madrugada, entonces habías de ducharte o bañarte varias veces y ponerte a la puerta de casa sentado en una hamaca en compañía de tu familia o vecinos, eso si es que vivías en planta baja, sino, intentar reponerte con el balcón abierto, el calor del sureste era ciertamente fuerte, pero siempre habían recursos para escapar de él o simplemente aliviarte, era el agosto de todos los años, o el julio, o el septiembre. otras veces te ibas al pueblo de tus tíos o abuelos, entonces notabas que las mismas noches del valle podían ser más frescas en esos sitios, en el campo, cerca de tu ciudad pero más en alto, o ya en la sierra, en donde incluso se gastaba manta en ciertas noches del mismo agosto, sentías escalofríos incluso para adaptarte a esos pueblos, ni qué decir tiene que el aire acondicionado por entonces ni se mencionaba ni se conocía. el verano era el verano, la estación de los altos calores y altos conocimientos, en donde coexistían en admirable armonía el rigor de la naturaleza con todas sus bendiciones, el sometimiento y la diversión, la adaptación con la dicha. no había nada malo en el verano que no puediese ser naturalmente asimilado. eso no es así hoy día.